Lo sublime y lo patético

Brillaba la luna para los antiguos de tal forma que se confundía con el sol.

«En igual forma, la musa inspira a los poetas, éstos comunican a otros su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados. No es mediante el arte, sino por el entusiasmo y la inspiración, que los buenos poetas componen sus bellos poemas. Semejantes a los coribantes, que no danzan sino cuando están fuera de sí mismos, los poetas no están con la sangre fría cuando componen sus preciosas odas, sino que desde el momento en que toman el tono de la armonía y el ritmo, entran en furor».

Desde una perspectiva clásica, particularmente griega, el hombre tiene la libertad de elegir el rumbo que le quiere dar a su vida. Por un lado, está el mundo de lo material, de lo cotidiano, de lo finito, este tipo de hombres tienen entre otras tantas aspiraciones la riqueza y el poder, son individuos fácilmente corruptibles que se complacen con diversiones vanas, su fundamento son las emociones. Por otro lado, existe un grupo más reducido de aquellos cuyo eje de su existencia se encuentra en imaginerías y reflexiones aplicadas en provecho de su interioridad, para estos lo material es útil como medio, más no como finalidad, pues sus aspiraciones están encaminadas hacia lo trascendental. Al primer grupo lo conforman los patéticos, mientras que al segundo, los sublimes, o, de acuerdo a la terminología griega, los Ὑψοῦς  (hypsous).

El tratado antiguo más importante sobre lo sublime lo redactó un autor ficcional que se ha convenido en llamar Longino, o Pseudo-Longino. De este escritor se sabe poco, se cree que su nombre fue Longino y que vivió en el siglo I d. C. como maestro de retórica cuando concibió su obra “De lo sublime”, prosa que, como su título lo advierte, está enfocada en el hecho trascendental de la obra de arte, particularmente, la escrita. Longino es muy claro en sus reflexiones, lo sublime existe únicamente en la literatura, particularmente en el discurso y la poesía, y consiste en una grandeza de estilo capaz de producir en el lector un éxtasis que quedará marcado en su alma. Lo sublime en la literatura es una experiencia inefable que transporta al lector al origen de los tiempos, al “Fiat lux” del Génesis.

Hemos iniciado estas líneas con una cita del diálogo “Ión” escrito por Platón. Para el filósofo, la verdadera poesía era aquella que estaba inspirada por las musas a través de la vivencia del furor, experiencia en la que el cuerpo del poeta se mantenía en la tierra mientras su alma viajaba al lado de los dioses para componer el poema, es decir, el poema es la voz de los sagrado. Esta voz es para Longino la forma más perfecta de expresión y el opuesto de lo patético, que no es más que una emotividad o enfermedad centrada en el mundo de lo inmediato y, por tanto, de lo desagradable.

Concluyamos apresuradamente con la reflexión de qué mundo hemos elegido para ser. Desde Grecia el sentido de trascendencia a través de lo sublime era un ideal, ¿en qué momento el hombre desvió su camino para ofrecerse al vicio?

Miguel Ángel Martínez Barradas

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