El huevo de Hermes

Mirando a diferentes direcciones, lo humano, lo instintivo y lo etéreo buscan conciliarse.


Existe una antología que reúne a los mejores poetas de la poesía lírica griega, se trata de la “Anthologia graeca”, un códice compuesto por epigramas de aproximadamente una centena de artistas procedentes de otras dos obras, la “Antologia Palatina” y la “Antologia Planudes”, y entre los que figuran Simias de Rodas quien, ubicado en la sección de misceláneos, publica unos interesantes caligramas pertenecientes a la poesía visual de la Technopaegnia; de estos caligramas destaca principalmente uno llamado “El huevo”, poema en el que Simias de Rodas encripta las enseñanzas de los misterios de Hermes y la liberación del hombre a través de la palabra.

Es frecuente la creencia de que la poesía visual del caligrama tiene sus orígenes durante las vanguardias en el siglo XX con el poeta francés Apollinaire, sin embargo, los technopaegnias griegos del siglo IV a. C. en la “Anthologia graeca” ya dan evidencias de una poesía que iba más allá del mero texto para hacerse acompañar por la imagen; el caligrama es poesía puesta en acción a través del sentido de la vista, supera los límites de lo auditivo y de la oralidad para adquirir su forma en lo pictórico, es como el poeta latino Horacio decía “Ut pictura poesis” (como la pintura es la poesía).

La literatura hermética es toda aquella que tiene como motivo de su escritura la figura de Hermes, ya sea que éste sea visto desde su faceta divina o humana. Hermes, para los griegos, es el dios de los límites y el mensajero del Olimpo, cuando actúa como psicopompo tiene tareas como el transportar las almas de los muertos más allá del Hades. Por el contrario, cuando Hermes no es un psicopompo, sino que encarna a un sacerdote pagano, es conocido como Hermes Trismegisto, bajo esta representación es, además, el patrono de los magos. A Hermes Trismegisto se le atribuye ser el autor de “Corpus Hermeticum”, un tratado en el que están reunidas las enseñanzas de la doctrina hermética, mismas que tienen que ver con la trascendencia del alma y la labor del hombre durante su estadía en la tierra; la figura de Hermes Trismegisto fue de gran importancia para los griegos, así como para las épocas que los sucederían llegando hasta nuestros días, hoy, es innegable la tradición hermética de la literatura esotérica.

El caligrama llamado “El huevo”, precisamente por la forma que tiene, escrito por Simias de Rodas, recupera esta tradición hermética y la plasma de manera críptica. El poema, que se tiene que leer alternando el primer verso con el último, el segundo con el penúltimo, el tercero con el antepenúltimo, y así hasta terminar en el centro, describe la historia de un ruiseñor que pierde su huevo, mismo que es encontrado y cuidado por Hermes, quien lo hace madurar hasta que de su centro nace el alma humana que, gracias a la poesía, encuentra su liberación de la cárcel mortal que lo aprisiona. Encontrar el huevo perdido del ruiseñor y hacerlo madurar es la tarea que el ignorante contemporáneo debe asumir si desea salir de su estado de imperfección y trascender a los vicios y pasiones que lo humillan.

El huevo es el símbolo del origen y del trabajo personal que hagamos sobre éste dependerá si eclosiona la deslumbrante ave del Paraíso, o el lacerante reptil de la malignidad.


Miguel Ángel Martínez Barradas

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