El Aleph y el Sueño



«...vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo».

     Jorge Luis Borges publicó en 1945 su cuento "El Aleph", cuya historia se centra en la difícil relación de dos personajes, Carlos Argentino y un tal Borges, y en el secreto que el primero esconde en su casa: un orificio a través del cual es posible mirar el universo entero, en cada uno de sus detalles, al mismo tiempo.

     El Aleph, como Carlos Argentino lo llama, no mide más de dos o tres centímetros y se esconde en el peldaño diecinueve de la escalera del sótano. De esplendor tornasol, es una puerta a la omnisapiencia donde las cosas, las personas y el mundo se multiplican infinitamente a manera de espejos enfrentados; quien mira por el Aleph se ve a sí mismo observando a la par que concibe el resto del cosmos. El cuento simboliza el ansia por saber y termina con la destrucción de la casa y la pérdida del Aleph.

     Sor Juana Inés de la Cruz publicó en 1692, más de dos siglos antes que Borges, su "Primero sueño". Compuesto por 975 versos, este poema largo nos habla de alguien que se duerme (quizá la misma sor Juana) para iniciar lo que podría ser un viaje astral. Mientras el cuerpo reposa, su alma pasea por las dimensiones superiores y encuentra unas pirámides, el faro de Alejandría, la torre de Babel, las montañas más altas del mundo; es un andar que también es ascenso, el alma se eleva hasta descubrirse fuera del mundo y en su visión contempla todas las cosas simultáneamente. Desde las espirales de una flor hasta la orbital danza de las esferas, el cosmos es susceptible de aprendizaje. Pero esta revelación culmina en una no visión, el día llega y con éste el cuerpo despierta insatisfecho de sabiduría.

     En la cultura hebraica, el Aleph es la letra con la que inicia su alfabeto y ésta evolucionó hasta convertirse en nuestra letra "A". Su forma es similar a la de un hombre que señala al mismo tiempo hacia arriba y hacia la tierra; enseñanza que se traduce como: lo que es en el macrocosmos lo es en el microcosmos, es decir, en el hombre. Otra característica más tiene esta letra y es que como el hebreo es una lengua esencialmente consonántica, el aleph por sí mismo carece de sonido y, podríamos decir, de un significado total. Es decir, para que el aleph “sea” necesita de un vínculo con otras letras del alfabeto. No es fortuito, entonces, haya seleccionado este signo para su cuento, pues, al no poseer un sentido ni sonido propios puede ser y sonar como todo y nada al mismo tiempo; lo mismo sucede con el portal de la ficción en el que al posar el ojo nos muestra todo y a la vez nada, pues la consciencia del que mira es incapaz de comprender lo que ve. Así, tenemos entonces, que el cuento de Borges, como el poema de sor Juana, es la visión de una no visión.

     ¿Qué sucede al final de ambos textos? Lo mismo. La casa del cuento se derrumba y con ésta la posibilidad de ver más allá se pierde. En el poema el cuerpo despierta y el alma regresa a su prisión temporal, quedando imposibilitada de ver y a merced de los sentidos exteriores. La casa en ruinas es sinónimo de cuerpo despierto.

     Entre el cuento "El Aleph" y el poema "Primero sueño" existe un puente bajo el cual corre el caudal de dos siglos de búsqueda, este puente es la angustia del hombre mortal, del hombre que anhela saberlo todo antes de que el alba despunte sus primeros filos. Sin embargo una trampa apenas y se asoma en este anhelo de saber: al final del cuento se menciona que el Aleph por el cual se miró lo que nos fue descrito es falso y que el original se encuentre quizás en Egipto, o incluso que haya más como éste en otro rincón del mundo. ¿No podríamos pensar, entonces, que el sueño del alma del poema también fuera apócrifo? Es decir, que aquellas visiones de que las gozó el alma fueran en realidad reflejos de otro mundo anterior y más cercano al original.

     Saber distinguir entre el falso Aleph y el sueño apócrifo es imposible para la mente de carne y el cuerpo de hueso. ¿Esto que ahora lees y ves es real?


Miguel Martínez Barradas

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