Crowley, la Bestia

La Congregación de la Lámpara de Invisible Luminiscencia, fundada por Crowley en México, aún existe.

«La cima del volcán hervía a pesar de los glaciares que la rodeaban. Mientras ambos hombres subían, la cuerda del guía se rompió, dejándolo caer de vuelta al terreno pedregoso. Arriba, el aprendiz de alpinista había quedado sólo y a no más de medio kilómetro de cráter. Con un triangular en la mano izquierda, Aleister siguió subiendo hasta la boca del Popocatépetl, parecía una metáfora de su búsqueda espiritual, y cuando llegó arrojó el talismán dentro del coloso, detonando inmediatamente en una fumarola que lo dejó inconsciente.»

Parecería imposible creer que entrado el siglo XX, cuando el pensamiento teórico había destronado al supersticioso, las prácticas de las ciencias ocultas continuaran existiendo. Son diversos los relatos de héroes de la historia mexicana que estuvieron ligados a experiencias paranormales, como el espiritismo de Francisco I. Madero, por ejemplo. Fue a principios del referido siglo cuando a México llegó uno de los máximos ocultistas modernos cuyo legado, hasta hoy, parece pasar desapercibido.

Aleister Crowley llegó a América cuando tenía 25 años de edad, en el año 1900. Originario de Inglaterra, arribó primero a Nueva York y desde allí viajó en tren hasta la ciudad de México, donde rentó una residencia frente al parque de la Alameda. Para ese entonces, "la Bestia" (Therion) como él mismo se hacía llamar por su admiración hacia Lucifer, ya era reconocido en muchas de las instituciones herméticas del mundo.

Su viaje a México tuvo, entre otros, un propósito iniciático: reunirse con Don Jesús Medina, descendiente de una familia noble de Escocia, para ser condecorado con el máximo grado de la masonería. Los avanzados conocimientos de Crowley en materia cabalística, alquimista y esotérica lo hacían candidato a dicha distinción, sin embargo y como en toda sociedad secreta, el ritual exigía primero una prueba física: escalar el Popocatépetl.

Una niña indígena que no rebasaba los 15 años de edad fue rentada por Crowley como compañera durante su estancia en México, fue ella quien le mostró la ruta hacia Puebla, primero, y hacia el volcán, después. Aleister no sólo cumplió con lo exigido por la fraternidad masónica encabezada por Don Jesús Medina, sino que a su descenso fundó en este país la Congregación de la Lámpara de Invisible Luminiscencia, secta de la masonería que aún perdura.

La masonería mexicana que le confirió a la Bestia el máximo grado dentro de la Orden es la misma por la que pasaron Benito Juárez y Porfirio Díaz, así como el resto de los presidentes mexicanos, al menos hasta finalizar el siglo XX. Entre las líneas de la Constitución que hoy norma nuestras vidas resuenan ecos de un positivismo hermético.

Crowley contó en sus diarios que al regresar a la capital, una vez que había sido convertido en masón, realizó un ritual sexual con su esclava indígena que le confirió el don de la invisibilidad. Y después de gozar de la fecunda flor de su quinceañera acompañante, Crowley se colocó una corona de oro y una capa escarlata para pasearse por la Alameda sin ser notado; quizás hasta hoy su marcha por las calles de México no se ha detenido.

«Aleister Crowley estaba cubierto de azufre y no muy lejos del cráter que horas antes había detonado, el triangular ya no estaba con él, pero había quedado marcado en su mano. La Bestia se levantó de entre los escombros y recordando "El libro de las Revelaciones" comenzó su descenso hacia el valle de Puebla.»

Miguel Martínez Barradas

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