El corazón de sor Filotea
Inscripción del sepulcro. «La sangre cubría el cuerpo de la niña enclaustrada. Desde la pared opuesta, un Cristo estufado contemplaba a las dos mujeres: la una, de rodillas y purificada; la otra, de pie y separando amorosamente la carne que había quedado suelta en la faja de acero que la delgada cintura constreñía. "Estamos llamadas a cultivar el ejercicio de la aniquilación", dijo sor Filotea de la Cruz antes de cerrar la celda...» El último cuarto del siglo XVII en Puebla no se puede entender sin la figura de sor Filotea de la Cruz, nacida en España en 1637 y llegada a Veracruz en 1673 (ingenioso juego de cifras que la sincronicidad ordena) para rectificar el camino de la iglesia católica en Guadalajara, primero, y en Puebla, hasta el final de sus días. El profundo conocimiento teologal que poseyó fue motivo para que el virrey, fray Payo Enríquez de Rivera, le otorgara poder absoluto en el manejo de la fe de la Ciudad de los Ángeles. La catedral de